jueves, 12 de abril de 2007

Y TU CAMPO DE FLORES BORDADO...


































Durante la dictadura militar portar flores en las manifestaciones callejeras era el símbolo inequívoco del reclamo por aquellos que no estaban. Flores que no llegaban a ningún cementerio, flores que se marchitaban frente a los centros de tortura, al ministerio de justicia, al frontis de la moneda, flores que irrumpían en el asfalto con una violencia inusitada reclamando con su presencia una ausencia irremediable.


La obra de Carolina Valdés nace de la necesidad de establecer una marca en el paisaje, que desde el arte recuerde, suture, desobedezca al olvido y visibilice a las mujeres que murieron víctimas de la represión.





Esta marca desobediente quiebra en su despliegue la verticalidad del monumento, el anonimato de la cifra, generando una instancia recorrible que permite instalar otra memoria en el espacio, aquella que evoca a las niñas, a las embarazadas, a tantas mujeres a quienes se les arrebató la posibilidad de seguir caminando por la vida. La obra se compone de cuatro series de flores, que si bien nacen de un mismo molde cada una tiene detalles particulares buscando evocar la unicidad de cada una de estas mujeres.
Villa Grimaldi es la primera parada de esta obra que fue concebida para transitar por espacios diversos. Su carácter móvil le otorga la posibilidad de irrumpir en distintos contextos desafiando los límites que los poderes hegemónicos buscan trazar a aquellos recuerdos que incomodan a la historia oficial. Flores que no se marchitan instaladas en el espacio, presentes.
Para la generación que creció en dictadura entonar el himno nacional era el ritual obligatorio de cada lunes en todos los establecimientos educacionales del territorio nacional, de pequeños escuchamos y entonamos sin comprender mucho esta particular canción con olor a desfile y palabras de diccionario, de adolescentes remedamos con burla la famosa canción y ya de grandes comprendimos las oscuras intenciones detrás de la aburrida imposición escolar que a fuerza de repetición instalaba en el inconsciente frases que supuestamente construían el imaginario patrio comparándolo con el Edén.




La obra de Carolina Valdés recoge justamente esta paradoja construyendo este peculiar jardín que cifra en la repetición la intimidad del recuerdo.







Paula Olivares Gallardo, Licenciada en Teoría e Historia del Arte